miércoles, 24 de septiembre de 2008

ABANDONA CUIDADOS



No me ates que me duele.
Si lo haces cocearé salvajemente
hasta deshacerme de los límites,
y cabalgaré muy lejos
de las espuelas opresoras.

Mis infinitos son bastos,
los deseos no se cercan,
los corsés explotan
al inhalar profundo y libre.

¿No me prefieres así?
Abandona cuidados,
y alivia tu espalda protectora.

Si me caigo, me levanto.
Si me hago daño, lloro.
Si lloro, me consuelo.
Si me equivoco, rectifico.
Si me haces daño, me muero,
Si me muero, resucito.

Sólo acompáñame y
prometo darte la mano
pero hazlo suavecito
para que pueda soltarme.

Acompáñame lejos y cerca
Acompáñame sólo si quieres,
Acompáñame, sólo si quiero.

domingo, 21 de septiembre de 2008

PESSOA, EL AMOR ROMÁNTICO Y LOS TALLERES DEL ALMA



“Todo hombre de hoy, en quien la estatura moral y el relieve intelectual no sean los de un pigmeo o un rústico, ama, cuando ama, con amor romántico. El amor romántico es un producto extremo de siglos sobre siglos de influencia cristiana; y tanto en lo que respecta a su sustancia como en lo que respecta a la secuencia de su desarrollo, puede darse a conocer, inadvertidamente, como si fuera una vestimenta o traje que el alma o la imaginación fabrican para cubrir con él a las criaturas que pudieran aparecer y que el espíritu estime apropiadas.
Pero, al igual que una vestimenta, el amor romántico tampoco es eterno; dura todo lo que dura y luego, bajo el ropaje del ideal que nos formamos y que se deshilacha, surge el cuerpo real del personaje que habíamos cubierto con él.
El amor romántico, por ello, es un camino de desilusión. Sólo no lo es cuando la desilusión, aceptada desde el principio, decide variar de ideal constantemente; entonces, en los talleres del alma, produce nuevas vestimentas, con las que permanentemente pueda renovarse el aspecto de la persona por ellos vestida. Amamos, tan sólo, la idea que nos hacemos de alguien”.


Fernando Pessoa (1888-1935), como Bernardo Soares (“Livro do desassossego”, texto extraído de la traducción de Santiago Kovadloff, editada por EMECÉ).


Últimamente me encuentro en muchas ocasiones, más de las que quisiera, intentado analizar algo tan poco razonable como el amor y las relaciones. Me resulta muy interesante el funcionamiento del ser humano cuando se ve superado y entregado a las emociones y en estos momentos de mi vida puedo permitirme el lujo de analizarlo objetivamente. Las relaciones están rodeadas y determinadas por condicionamientos sociales, por trailers de películas románticas, por montones de sueños infantiles, por expectativas familiares, por infinidad de cuentos de hadas. Este texto me ha parecido muy interesante porque he creído interpretarlo en este sentido. Analicémoslo un poco:


- El amor romántico es un producto extremo de siglos sobre siglos de influencia cristiana. (La concepción del amor romántico es una creación del ser humano, un producto heredado de siglos y siglos que ha terminado por presentarse cómo algo natural y único, un producto que parece querer materializar en un resultado inamovible algo tan cambiante y personal cómo la forma en la que amamos).


- Puede darse a conocer cómo si fuera una vestimenta que la imaginación fabrica para cubrir con él a las criaturas que el espíritu considere apropiadas. (Primero nos hacemos una idea de lo que sería ideal para nosotros y después cuando conocemos a una persona que se asemeja a ese ideal la vestimos con el ropaje que hemos soñado y tratamos de ver lo que queremos ver…¿por esto dirán que el amor es ciego? ¿por qué no queremos ver más allá de ensoñación y de nuestro ideal creado?).


- La vestimenta al igual que el amor no es eterna, dura lo que dura y cuando se deshilacha surge el cuerpo real del personaje que habíamos cubierto con él. (Esa vestimenta termina por evaporarse, la ceguera es temporal e inevitablemente terminamos viendo la verdad que no se ajusta a nuestros anhelos de amor perfecto).


- Por todo esto el amor romántico es un camino de desilusión porque está abocado a la caducidad del ropaje y a la visión del cuerpo desnudo. La única forma para que la desilusión no se materialice es que sea aceptada desde el principio y cambiar el ideal constantemente y así renovar el aspecto de la persona que se halla bajo el vestido. (La única manera de no caer en la desilusión es ser consciente de que ese ropaje no es eterno, vestir al otro con nuestra ilusión no es un error, el error es querer que el ropaje no cambie nunca, que permanezca imperturbable al paso del tiempo. Clara Coria distingue entre ilusiones y creencias ilusorias. Dice que las primeras son sanas, es bueno tener ilusión, lo malo es el convencimiento de que esa ilusión se conformará –creencia ilusoria- porque la certeza de que la ilusión se cumplirá te llevará a la frustración de no verla cumplida. ¿Me amarás siempre? Aunque la respuesta sea afirmativa ¿qué clase de garantía es esa? El problema no es tener la ilusión de un amor eterno, el problema radicaría en el convencimiento de dicha afirmación, en llegar a creer que la respuesta es real y nos garantiza la no caducidad del amor).


¿Amamos tan sólo la idea que nos hacemos de alguien?